Una lluvia fina
repiqueteaba en la ventana de uno de los míticos locales del barcelonés barrio
de Gracia. Fuera, los transeúntes se ceñían sus abrigos, intentando en vano
ahuyentar un frío que calaba hasta los huesos. Dentro, las paredes de madera abarrotadas
de carteles con viejos iconos pop desafiantes constituían una especie de rebelde
y cálido refugio. Aunque aún no había prendido la chispa del verdadero fuego.
Allí estaba, en un rincón medio iluminado de la sala. Sentada en un maltrecho
taburete, escondida detrás de una guitarra que parecía demasiado pesada para
ella. Casi intentando pasar desapercibida… como podría.
Empezó sin presentaciones
innecesarias, solo rasgueando un par de acordes antes de enfrentarse a su
variopinto público. Alguna carcajada joven, alguna sonrisa vieja. Y así inundó
con su voz la sala, sin grandes estridencias, sin gritar demasiado y sin que
hiciera falta. El soul revivió otra vez para la Barcelona nocturna,
recordándonos que en realidad nunca ha pisado una tumba. La cantautora de voz
dulce pone los pelos de punta porque canta como vive: es una verdad andante.
Quizá por eso el dulce se torna amargo, tan pronto acaricia como rasguñe.
Vocalista capaz, su registro de contralto pasó por el blues y el jazz y no de
puntillas, sino como un tornado con un estilo muy propio. Y al igual que su voz
de terciopelo y lija, esos ojos empañados hablan de alguien que ha vivido
demasiado en poco tiempo. Juventud quemada a ritmo candente, puro fuego.
Su repertorio visitó
viejas glorias a las que dio una segunda vida, así como composiciones propias
que se abrían paso tímidas, sinceras. El público lo oyó: esa voz no te permite
escapar muy lejos. Y así se fueron apagando las conversaciones, las risas
murieron poco a poco dejando paso a un reverencial silencio. Pero al contrario
de lo que se pueda pensar, su actuación no terminó con aplausos ensordecedores de
los que se brindan a las grandes divas relucientes. Más significativo fue, de
nuevo, el silencio roto por el tic tac de la lluvia incesante. Porque su
atormentada voz era un hechizo del que te despertabas sin prisa. Aunque aquí no
hay trampa, no hay mago ni conejo saliendo del sombrero: solo un canto que
merece estar en otra parte más brillante, un homenaje y monumento al soul. Al
fin y al cabo, te toca el alma.
2 comentaris
Preciós, m'encanta!!
ResponEliminaAl cap i a la fi, una bona crítica et pot tocar l'ànima.
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