Reviviendo la Revolución Francesa

By Maria Traver Brizzolis - d’abril 10, 2018


Revolucionaria y cinematográfica puesta en escena de ‘Andrea Chénier’ de Giordano en el Liceo



ANDREA CHÉNIER
Andrea Chénier de Umberto Giordano. Jonas Kaufmann /Jorge de León, Sondra Radvanovsky/Julianna di Giacomo, Carlos Álvarez/Michael Chioldi, Anna Tomowa-Sintow/Elena Zaremba, Yulia Mennibaeva/Gemma Coma-Alabert, Sandra Ferrández, Fernando Radó, Francisco Vas, Toni Marsol, Fernando Latorre. Coro y Orquesta del Gran Teatro del Liceo. Director musical: Pinchas Steinberg. Dirección de escena: David MacVicar. Responsable de la reposición: Marie Lambert. Liceo. Barcelona, 7 de marzo.

No deja de tener mal fario ir al Liceo teniendo que escribir una crítica al estilo de Javier Pérez Senz. El miércoles 7 de marzo me acerqué a ver el ensayo general de Andrea Chénier, una ópera protagonizada por un triángulo amoroso que bien podría tratarse de cualquier novela romántica adolescente. Ambientada en varios escenarios, como el salón de una casa de la aristocracia, una taberna, un juzgado y una cárcel, el montaje traslada la acción de la ópera de Giordano, basada en un amor imposible en la Revolución Francesa, satisfaciendo los deseos del público con un resultado vocal más bien poco discreto —momentos estelares como el dúo final lo confirman aunque no tiene un argumento muy elaborado—.
En la ópera de Umberto Giordano, tan importante es la elegancia y el poético lirismo como las dosis de pasión dramática que conviene no mantener bajo control, pues a la sabia escritura del compositor italiano le sientan bien los excesos temperamentales. Pinchas Steinberg optó por mantener la tensión con una urgencia dramática y unos acentos tan poco incisivos que rebajaron la atmósfera poética por momentos.

Muy atento al color y el detalle escénico, la lectura de Pinchas Steinberg tuvo muchos tantos atractivos como la revolucionaria y cinematográfica puesta en escena de color pastel que refleja la estética kitsch del deseo de aparentar, que de hecho también envuelve esta crítica. Es ese tono rosa el que marca desde el principio que la función no dejara de ser un desfile de divismo que bastante deja que desear a nivel interpretativo por parte de Sandra Ferrández como Condesa de Coigny y Jorge de León, que abandonan su personaje para demostrar el divo que llevan dentro.
En su debut liceísta, Sondra Radvanovsky lució sus notables cualidades. Tiene una voz bella, un punto aterciopelada, solvencia en los agudos, sentido lírico, buena línea y un físico ideal para dar vida a una Maddalena de irresistible encanto; ella ofreció muchos momentos de auténtica emoción lírica de la velada. No hubo tanta suerte con la vecchia Madelon: con una voz de origen más bien duro y un poco artificial, lo fía todo a la sobreactuación, exagerada y poco creíble, descuida la línea, fuerza la emisión, como Chénier en los últimos momentos en escena, y acaba ofreciendo una actuación tan irregular como decepcionante.

Un puesta en escena muy por encima de las cualidades interpretativas de algunos personajes: todo indicaba que el más mínimo detalle iba a ayudar a que su actuación fuera más natural pero no lo fue y ese fue el mayor error, se dejaron entrever momentos en que los protagonistas se encontraban muy incómodos al encontrarse en escena, momentos en los que quedó claro que la química entre ellos era más bien nula.

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