Música de alma

By Unknown - d’abril 03, 2015


Una lluvia fina repiqueteaba en la ventana de uno de los míticos locales del barcelonés barrio de Gracia. Fuera, los transeúntes se ceñían sus abrigos, intentando en vano ahuyentar un frío que calaba hasta los huesos. Dentro, las paredes de madera abarrotadas de carteles con viejos iconos pop desafiantes constituían una especie de rebelde y cálido refugio. Aunque aún no había prendido la chispa del verdadero fuego. Allí estaba, en un rincón medio iluminado de la sala. Sentada en un maltrecho taburete, escondida detrás de una guitarra que parecía demasiado pesada para ella. Casi intentando pasar desapercibida… como podría.   
  
Empezó sin presentaciones innecesarias, solo rasgueando un par de acordes antes de enfrentarse a su variopinto público. Alguna carcajada joven, alguna sonrisa vieja. Y así inundó con su voz la sala, sin grandes estridencias, sin gritar demasiado y sin que hiciera falta. El soul revivió otra vez para la Barcelona nocturna, recordándonos que en realidad nunca ha pisado una tumba. La cantautora de voz dulce pone los pelos de punta porque canta como vive: es una verdad andante. Quizá por eso el dulce se torna amargo, tan pronto acaricia como rasguñe. Vocalista capaz, su registro de contralto pasó por el blues y el jazz y no de puntillas, sino como un tornado con un estilo muy propio. Y al igual que su voz de terciopelo y lija, esos ojos empañados hablan de alguien que ha vivido demasiado en poco tiempo. Juventud quemada a ritmo candente, puro fuego.

Su repertorio visitó viejas glorias a las que dio una segunda vida, así como composiciones propias que se abrían paso tímidas, sinceras. El público lo oyó: esa voz no te permite escapar muy lejos. Y así se fueron apagando las conversaciones, las risas murieron poco a poco dejando paso a un reverencial silencio. Pero al contrario de lo que se pueda pensar, su actuación no terminó con aplausos ensordecedores de los que se brindan a las grandes divas relucientes. Más significativo fue, de nuevo, el silencio roto por el tic tac de la lluvia incesante. Porque su atormentada voz era un hechizo del que te despertabas sin prisa. Aunque aquí no hay trampa, no hay mago ni conejo saliendo del sombrero: solo un canto que merece estar en otra parte más brillante, un homenaje y monumento al soul. Al fin y al cabo, te toca el alma.

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