Comencé mis estudios musicales a los ocho años en el Conservatorio Nacional de México, mi país natal, donde estudié violoncello hasta los catorce. 

Dos años después me mudé a la ciudad de Morelia para continuar mis estudios en el Conservatorio de las Rosas, con la idea de ser un instrumentista de renombre en el ámbito de la música de cámara. Allí fue donde conocí otras maneras de entender la música; los profesores de análisis e historia musical, de filosofía, matemáticas, literatura y sociología abrieron mi apetito por conocimientos y sed por la lectura. Esas experiencias cambiaron mis espectativas profesionales y personales, me llevaron a decidir estudiar la música desde la perspectiva musicológica, observando sus distintas aristas y dimensiones. Hace un año me trasladé a Barcelona con ayuda de una beca y actualmente estudio musicología en la Esmuc. 

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El interés por la musicología nació en cuanto comenzó a menguar el inicial entusiasmo por la vida de instrumentista. Una vez que Cortázar me recomendó subir de espaldas las escaleras, no pude ignorar que haciendo escalas no podía ver los álamos del cementerio ni el campito de los Peñalosa. Decidí estudiar música así, de espaldas; los escalones se transformaron en un horizonte vetado, en una incertidumbre doble (no se ve el lugar al que irá el paso siguiente, ni el gajo de paisaje que con este se desprenderá).

Esta mirada "hacia atrás", es decir, viendo al frente, podría sugerir en una primera impresión una sospechosa inclinación por los temas históricos tradicionales, lo cual a pesar de no ser del todo mentira, no es del todo verdad. El caminar de espaldas desglosa un paisaje pasado, pero uno abrumadoramente actual, que confluye y se confunde con un presunto presente, silueta trémula pincelada sobre el agua pretérita, soplo del recuerdo que acaricia la piel, como en la memoria de Funes; no aparece entonces una historia soñolienta, velada por el tenue quinqué, plácidamente cobijada entre legajos.